Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.
Ante la voracidad de los ratones, el Consejo de la ciudad dijo: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".
Un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín".
Comenzó a pasear por las calles tocando con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano.
A la mañana siguiente, reclamó a los prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas, pero éstos se negaron a pagarle.
En venganza, al día siguiente tocó una dulcísima melodía una y otra vez. Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso siguieron al flautista. Y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.
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